Faltaban pocos minutos para que abordaran en su travesía de aventuras, nadie podía detenerlos, desde pequeños corrían muy veloces, así que, yo misma les organice la estantería de emociones e ideas que tuvieron desde que nacieron; me dijeron con una sonrisa que volverían con una entrada victoriosa. En sus miradas brillantes caían lágrimas de emoción, nos dijeron que iban a ser los mejores del mundo. Quería que se fueran rápido, entre más raudo se fueran menos me dolería verlos marchar, se iban a subir al avión y solo me despedí. En cada una de sus maletas se llevaron una parte de mi corazón, como mamá, como esposa, como hija, como hermana, como amiga, como compañera, como mujer, como ser humano. También me dijeron que juntos triunfarían. No veía el momento de contarle a cada uno, mis pocas ilusiones, ellos tan soñadores, yo tan insípida y tan desinteresada por un balón, yo nunca fui de soñar, pero como dice una lírica “Solo extrañas el sol cuando empieza a nevar” Algunos de el