Últimamente ando triste, no he podido encontrar a alguien parecido aquel personaje cruel de novelas de ficción, ese pequeño Diablillo que jugaba con mis pechos,y tocaba mi vocación femenina, que se alimentaba de mis glándulas mamarias y me hace sentir como una reina libre y sin opresión, luego de mi sobredosis alcohólicas, ni más lo volví a ver, todas las noches le rece al cielo, para que lo trajiese de vuelta, pero, por mis estupideces lo perdí, una vez quise buscarle, por poco, y cae, pero nuevamente por mis estupideces lo perdí, lloraba, lloraba y lloraba, en mi seno lo envolvi, me tomaba con un sorbo grato de su aliento, dichoso y con sabor a canela. Recuerdo que una vez lo vi, estaba sólo, en un recital de musica, por un momento pensé: "es el destino, no es casualidad, estoy a poco centímetros de su silla", todo fue tan lento, hasta que, la vi, una mujer mayor que yo, lo tenía entre sus manos pálidas,y el la miro una sola vez, estaba tan concentrado cuando el jazz abrió paso al telón, el era café de Colombia, lo era todo; y aún así, después de hacer el amor, me amaba con más fuerzas, con más ansias, con más celos, éramos dos, era el mundo a nuestro paso, su pálido parecer aterrorizaba a cualquier turista, a cualquier satánico, a cualquier religioso, era perfecto mirar el criollo brillo de sus ojos santandereanos, era refrescante ver sus gestos debajo de mi cuerpo, con un mano tocaba mi corazón y la otra la tenía en la cintura, eso ayudaba a moverme mejor, nunca más lo intente, estoy esperando que el pálido rostro se asome, en el parque, como ese primer momento en que nos planteamos una primera cita, sin conocerlo, sin haberlo visto antes, toque su provocativa nalga, y quería desnudarlo en ese instante, y eso que aún era virgen...
Autor: Andrea s
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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