Ahora no sé cómo poder olvidarla.
El tiempo se fue y consigo esos momentos gratos y complacientes que su presencia me dejó. Claramente desde que la conocí ha sido mi más retado sueño, atreviéndome a decir que frustrado está, ya que no existen los motivos ni las razones para establecerme en su mundo. Este es un escrito más, un pedazo de letra en el cual quisiera decirle todo lo estúpido, ingenuo, iluso y desalineado que soy, pues muy seguramente ella nunca me leerá ni sabrá que existe en mi mente. No creo llegar a encontrar otro más crédulo que yo, en excepción esos que quieren visualizar al mismo dios, aunque estar con ella es algo similar.
Desde que me dejó, se ha convertido en mi recuero como una violeta coronada de espinas, que llega a lo más profundo de mi alma perforando el más intrínseco momento de paz. Es que si no fuera porque sus ojos tienen color de luna de día con arcilla no tendría argumentos para recordarle.
Realmente no sé porque he de recordarle tanto, si pudiera, viajaría a mi corteza cerebral y preguntaría a mis neuronas por qué sus neurotransmisores tienen su nombre y su imagen, pero no puedo, lo siento, la quiero. La quiero como se quieren ciertas cosas oscuras; secretamente entre mi sombra y mi alma, no sé por qué la quiero pero lo hago. No obstante, ese cariño que le guardo se asemeja a esa planta que no florece pero guarda dentro de sí escondida la luz de una flor, pues desde que la conocí, me inundó su energía blanca que lleva siempre como el viento entre las montañas, y es una dura realidad que no sepa, cuánto la quiero.
MC....Autor: Francisco Diaz
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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