Era la cita de la semana, ese día entre el jueves y el sábado en nuestro nido secreto de amor incomprendido, velas, champán. Por un momento me convertí en aquella que ha recibido lo ajeno entre sus piernas, con una saya corta casi trasparente y volátil, coqueta reflejando contra el espejo lo que parecía ser mi luna, con olores de un perfume que emborrachan cualquier ambrosía, quise borrarme de aquel paisaje sensual para secarme la inminencia de lo que parecía un torrente obsesionado de dominación.
La inmoralidad sexual con la que imagino tu cuerpo bajo esta regadera de jardín, donde las flores nacen siendo rojas todas, al rojo vivo cómo este desasosiego de locuras, con el símbolo de una fantasía arrebatada de idolatría, de libertinaje y de una rivalidad por el cíclope de antología de tu cuerpo.
Pero esa noche se hizo eternamente larga, porque nunca llegaste, sin embargo te tenía en mi mente y en mi fascinación, en esa incómoda y desesperante situación me acurruqué entre sollozos y el calor de imaginar tus manos grandes y fuertes en la pared de mi baño, donde desnudos nuestras manos se juntan violentamente contra el tapete, quise borrarme las huellas de tus manos con mis propias manos, frotándome la soledad con la que una mujer mina sus tristezas, acariciando mis cabellos dejando sombras y rastros en todo los muros, y al llegar ahí terminaba nuevamente en él.
Lo llame preguntando cuándo vendría a darme el azote sensato de sus besos, aquellos que se nivelan a mi barbilla y a mi cuello, los que usa para recorrer mis hombros, mi ombligo, no pudo concentrarse, no pudo responder, ¿Le harás el amor esta noche?. Empecé a embriagarme con el agua de los recuerdos donde sus labios luden mi cintura y mis alas de mariposa livianas.
gimiendo de tanta tentación por tu voz de aquel lado de la línea.
Estos pensamientos de Ingenuos aleteos, bohemios ¡Andariegos! Libres
Suaves, dulces. Anverso y reverso de caminos que van directo al tártaro.
Me imagine aquel poema atrevido e irreverente que me dedicaste oculto entre las dos copas únicas testigos de nuestro palpitante pecado casi divino casi angelical, me imaginé gimiendo debajo de tu pecho anidado de vellos negros, debajo de la espuma de la cobardía, donde me llevabas a la ducha y se hacían promesas mis sueños fantasías; Podías ver mi cuerpo sin necesidad de abrir los ojos, porque ya me conocías, empecé a recorrer tus muslos varoniles y nos erizamos, reímos con desespero e inquietud.
Y entonces, mi espalda se erizo al sentirte detrás mío, enloquecí al escucharte decir: "¿Me esperabas?". Te correspondí con un picara risa y mire fijamente tu hambre, y en aquel abrazo te conocí. Ven a mi, para consumir tu boca, para que nuestras lenguas, como serpientes, se enrollen y se beban, hazme doler, quejumbrosa de tanta complacencia, sin poder después de tantos años, diluir nuestras ganas.
Debajo de la cálida lluvia, te adoré como milagroso santo, no como ella, no como otra, sino como yo.
recorriéndote con las uñas, desde los extremos de tus dedos hasta la rasposa nube de tu barba.
Pero hoy sin ti, tan sola, con este frío vulnerable ante el escondite donde mi esqueleto inerte merece el temblor de tus miradas, de tu intenso y duro sexo.
No puedo tenerte, ni dejarte Porque la carne está condenada a su naturaleza, no tengo opción porque mi libertad termina en ti. Tan pura e inocente esta esquizofrenia por envolvernos en este cubículo de sensaciones, Masajeando por segunda vez mis senos, y a lo lejos suena un golpe en la puerta: “ábreme, aquí estoy, cariño”
Att: Andrea Serrato
La inmoralidad sexual con la que imagino tu cuerpo bajo esta regadera de jardín, donde las flores nacen siendo rojas todas, al rojo vivo cómo este desasosiego de locuras, con el símbolo de una fantasía arrebatada de idolatría, de libertinaje y de una rivalidad por el cíclope de antología de tu cuerpo.
Pero esa noche se hizo eternamente larga, porque nunca llegaste, sin embargo te tenía en mi mente y en mi fascinación, en esa incómoda y desesperante situación me acurruqué entre sollozos y el calor de imaginar tus manos grandes y fuertes en la pared de mi baño, donde desnudos nuestras manos se juntan violentamente contra el tapete, quise borrarme las huellas de tus manos con mis propias manos, frotándome la soledad con la que una mujer mina sus tristezas, acariciando mis cabellos dejando sombras y rastros en todo los muros, y al llegar ahí terminaba nuevamente en él.
Lo llame preguntando cuándo vendría a darme el azote sensato de sus besos, aquellos que se nivelan a mi barbilla y a mi cuello, los que usa para recorrer mis hombros, mi ombligo, no pudo concentrarse, no pudo responder, ¿Le harás el amor esta noche?. Empecé a embriagarme con el agua de los recuerdos donde sus labios luden mi cintura y mis alas de mariposa livianas.
gimiendo de tanta tentación por tu voz de aquel lado de la línea.
Estos pensamientos de Ingenuos aleteos, bohemios ¡Andariegos! Libres
Suaves, dulces. Anverso y reverso de caminos que van directo al tártaro.
Me imagine aquel poema atrevido e irreverente que me dedicaste oculto entre las dos copas únicas testigos de nuestro palpitante pecado casi divino casi angelical, me imaginé gimiendo debajo de tu pecho anidado de vellos negros, debajo de la espuma de la cobardía, donde me llevabas a la ducha y se hacían promesas mis sueños fantasías; Podías ver mi cuerpo sin necesidad de abrir los ojos, porque ya me conocías, empecé a recorrer tus muslos varoniles y nos erizamos, reímos con desespero e inquietud.
Y entonces, mi espalda se erizo al sentirte detrás mío, enloquecí al escucharte decir: "¿Me esperabas?". Te correspondí con un picara risa y mire fijamente tu hambre, y en aquel abrazo te conocí. Ven a mi, para consumir tu boca, para que nuestras lenguas, como serpientes, se enrollen y se beban, hazme doler, quejumbrosa de tanta complacencia, sin poder después de tantos años, diluir nuestras ganas.
Debajo de la cálida lluvia, te adoré como milagroso santo, no como ella, no como otra, sino como yo.
recorriéndote con las uñas, desde los extremos de tus dedos hasta la rasposa nube de tu barba.
Pero hoy sin ti, tan sola, con este frío vulnerable ante el escondite donde mi esqueleto inerte merece el temblor de tus miradas, de tu intenso y duro sexo.
No puedo tenerte, ni dejarte Porque la carne está condenada a su naturaleza, no tengo opción porque mi libertad termina en ti. Tan pura e inocente esta esquizofrenia por envolvernos en este cubículo de sensaciones, Masajeando por segunda vez mis senos, y a lo lejos suena un golpe en la puerta: “ábreme, aquí estoy, cariño”
Att: Andrea Serrato
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