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Andrea

Andrea Si me muero, que esparzan mis cenizas en el punto más alto de tu cama -que viene a ser algo parecido al vértigo de observar tu cuello cuando me cuelgo del lóbulo de tu oreja y miro ese lunar y esa clavícula y siento la insoportable necesidad de saltar como avión suicida a tus Torres Gemelas- Alquílame tu pecho para quedarme a vivir siempre ahí y que a la vez, nunca sea del todo mío y siempre tenga que convencerte para que sea yo, y nadie más, tu única inquilina. Porque contigo he aprendido que la palabra Libertad tiene su auge más alto cuando me coges de la mano y soy yo quien no quiere soltarte. Poesía no sé, pero Amor, eres tú, y parece mentira que no lo sepas. Te quiero –te digo. Te creo –contestas. Y entonces todo tiente sentido. Como cuando te explico que todo aquello del dolor era un juego peligroso y adictivo al que acabé suplicando de rodillas para que no se fuera aunque nunca llegase a existir. Como cuando te digo que desde que tú, por fin soy yo, sin máscaras ni aditivos, y que por eso ya no necesito matarme sino vivirte para saber qué es la vida y qué la muerte. Como cuando estamos en la cama hablando sin aliento sobre aquel primer beso y acabamos teniendo el mejor polvo de palabras que nunca nadie antes ha leído. -Perdona: tú me conociste como la chica triste que escribía triste sobre cosas tristes, y nunca te la he presentado: La mataste con la primera sonrisa. Ataque al corazón a mano armada. Y ya van ocho meses. Y me duele como nunca la cara de tanto reírte, de tanto sentirte, de tanto besarte. Y cómo querer entonces volver a ser triste, volver a estarlo- Así que si muero, hazme caso, esparce mis cenizas desde el punto más alto de tu cama, y encárgate de que todo el mundo se lleve un poco de lo que soy ahora para que al menos dejen de preguntarse qué es el Amor y empiecen a vivirlo de una maldita vez. Amor es querer enamorarte cada día como un alquiler de latidos en el que siempre acabo siendo yo la ocupa de tus sentimientos. El resto, que se lo pregunten a tu pecho.... Autor: Billie Jean

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Me encanta masturbar a una mujer.

Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó

Poema Amor Verdadero de William Shakespeare

No, no aparta a dos almas amadoras adverso caso ni crüel porfía: nunca mengua el amor ni se desvía, y es uno y sin mudanza a todas horas. Es fanal que borrascas bramadoras con inmóviles rayos desafía; estrella fija que los barcos guía; mides su altura, mas su esencia ignoras. Amor no sigue la fugaz corriente de la edad, que deshace los colores de los floridos labios y mejillas. Eres eterno, Amor: si esto desmiente mi vida, no he sentido tus ardores, ni supe comprender tus maravillas.

EL FINAL DE UN LIBRO DE AMOR

T odo ser humano tiene su don, su talento, su propósito, así mismo, todo artista dedicado tiene su gran obra maestra, su best seller, algo maravilloso que lo impulsa al estrellato, al reconocimiento o que lo deja en memoria eterna para el resto que queda y los que han de venir, algo que nunca jamás volverá a existir a los ojos de los hombres, y eso debes saberlo; sino encuentras la respuesta en el plano físico de tu gran obra, tal vez tu mejor obra, tu gran obra maestra seas tu mismo. Tuve un primer único amor, así que, toma con calma esta despedida… Aquí  estoy haciendo mi gran obra en ti, tratando en de encajar en un lugar pequeño, apretado, vacío, pálido, incompleto, insensato y muchas veces grotesco con personas a las que creí conocer; y no hablo de sueños, ni de espacios, ni de personas. Fluyendo en el limbo a tu lado, sin saber lo que me espera mañana. Y justo aquí, en este justo momento donde despierto de un mal sueño de muchos años, ha venido una premonición que revela el re