Placida, satisfecha, enlechada de escribir, me paso horas deleitándome escribiendo, mirando a través de historias, cuentos y anécdotas que no son mías, pero disfruto como si fuesen; enrollada en una sola misión, tener el gemido de un lector, obtener la sonrisa de una ama de casa desesperada por dejar volar su imaginación, aclaro, no es perversión, es cuestión de entregarse a leer, fomentar escribir indecencias para depravados naturales, santos y puros, ángeles que nacen para disimular educación, fantoches de dineros, cuneros de madera pobre, el que quiera también leer que lea, que escuche, que ria, que juzgue. Entregarse las consecuencias de seguir un juego espiritual, si quiere aumentar el erotismo planteado por religiosos inmorales, si quiere tener orgasmos múltiples con la vecina, su sobrina y su madrastra, el de una lesbiana violadora, el de un anciano columnista o el que muere follando. Escribir no me hace cuestionar, me hace moral y me hace mujer, me hace escuchar, me hace senti