Tres puños contra la pared, cabezazos delirantes, aullidos debajo de la mesa del pastel. Sonido alarmente, la gente anuncia que esta proxima a llegar la mujer, boda colorida en el pecho de un soñador, campanas funfuñantes ceñidas de telas blancas, olor putrefacto de un pasado sin hazañas, putas de gala invitadas a la ceremonia, todo era perfecto, todo parecía planeado. La mujer caminaba hacia el altardero sinónimo del matedero, más no pudo salir de aquel cuarto donde tenía las petacas arrimadas al colchon, por sí algún inventado inoportuno amante venía en busca de su rapto, un Cristo más y una supuesta Virgen menos; la gente seguía alborotada por la nostalgia y la emoción; el padre del novio seguía dando puñetazos a la pared, el padre de la novia seguía dando cabezazos a la mesa nupcial. Pero la mujer rascaba su mandibula con zozobra mientras el novio miraba a la mujer detrás del hombre con gafas azules, una pechugona malhumorada que lo invitaba a pecar con el paladar, el incomodo aullido terminó en gemido frustado de escobazos por la suegra de la novia, que encontró a los perros fornicando antes del matrimonio, sin embargo el agua fría no pudo contener el esperma de los próximos cachorros que iban a llegar. La novia abrió la puerta que la llevaba al siguiente nivel, el novio volteó la mirada de una vez, ya no faltaba nadie en la iglesia, todos parecian alegres, muy entusiasmados, y sin más preámbulos a medida de los pasos, la novia colapsó en nervios y se desplomo de un infarto, cachorros ajenos de un hombre con el que nunca pudo casarse...Autor: Andrea s
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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