Tres puños contra la pared, cabezazos delirantes, aullidos debajo de la mesa del pastel. Sonido alarmente, la gente anuncia que esta proxima a llegar la mujer, boda colorida en el pecho de un soñador, campanas funfuñantes ceñidas de telas blancas, olor putrefacto de un pasado sin hazañas, putas de gala invitadas a la ceremonia, todo era perfecto, todo parecía planeado. La mujer caminaba hacia el altardero sinónimo del matedero, más no pudo salir de aquel cuarto donde tenía las petacas arrimadas al colchon, por sí algún inventado inoportuno amante venía en busca de su rapto, un Cristo más y una supuesta Virgen menos; la gente seguía alborotada por la nostalgia y la emoción; el padre del novio seguía dando puñetazos a la pared, el padre de la novia seguía dando cabezazos a la mesa nupcial. Pero la mujer rascaba su mandibula con zozobra mientras el novio miraba a la mujer detrás del hombre con gafas azules, una pechugona malhumorada que lo invitaba a pecar con el paladar, el incomodo aull