Tenia la voz chisposa, zumbaba en mi oido un: hola, espere a que te desocuparas para insistir que sólo necesito ser escuchado. De alguna forma esperaba su llamada, esto tiene lógica en mis criterios, cada noche se fue convirtiendo un instante de cielo. No es prohibido, no es intocable, no es pecado, sólo a veces necesitamos hallar la conexión que nos haga sentir amados o simplemente trasnochar para ser escuchados. No quiero hablar del costo, de las consecuencias, ya que es más que obvio que cuando salía la Luna; mi voz sonaba delirante, olvidadiza e inocente si se me permite decirlo. se preparaba el firmamento con el repertorio de canciones, en la bocina suya sonaba el gustazo de escucharme hablar, el se arrinconaba a buscar señal en alguna parte de su casa, solo para hablar conmigo, uno de los pretextos que me hicieron contestar sus llamados . Al principio era tan incómodo escucharle la voz a un desconocido con complejo demodelor de puerto riqueño o tal vez cubano, pero en sus llamadas clandestinas, el me hizo saber que sus intenciones eran tan bonitas y sencillas como la de los hombres no comunes y corrientes, esa clase de hombre que no sabía que existían. En mi concepto escribir sobre el no sería la perdición, sino la feroz capacidad que me revivió después de tanta muerte literaria, me inspire aquella noche con la poca información de un hombre que nunca amare, pero que en mi filosofía amaba hablar con el hombre detras de la bocina...Autor: Andrea s
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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