Equivocarme es realmente memorable para él, es como recordar cosas que nunca he vivido, es complicado, hay cosas que yace un repudió sin razón, por ejemplo: odio su ser, me tienen hastiada sus besos, su piel, estoy hastiada de él, somos amantes, pues solía pensar, que su boca aventurera estuvo por todos los lugares más recorridos, refundidos y húmedos, sus labios también estuvieron por todos los huecos y cavernas, por los mares y los ríos; no sos virgen, le dije. Nada es nuevo en él, me repudia que me toque, con esas manos que mueren en las arenas más calientes, detesto que me abrace cuando hay frío, que me quite lo único que me queda (la ropa), detesto que me mire, que me oiga, lo odio. Estoy recostada en su espalda, lo miro y lo empecé a detestar, pero lo amo con locura, porque él es mi hombre, pero no puedo alzar la voz, ya que desperdiciaría mi existencia, viendole despertar, no puedo alejarme de sus brazos, porque su maldito líquido viscoso, me atan a su delicada espalda, es una historia más, donde me enfadaré con su respirar, tocando su talón de Aquiles, siendo de él, algunas de las noches, detestare que me hable, odio que me haga suya, porque simplemente estoy en la cama con todas esas mujeres, es una maldita orgía mental, a mi alrededor, se levanta una tras otra, muero de desespero y celos, toda la maldita noche; y le gritó: no sos virgen, él sigue siendo un hombre detestable, despreciable, él es un hombre. No pongas tus manos, en mis senos pálidos y firmes, no pongas tus manos en mí, no pongas tu pene en medio de mis piernas, es realmente putrefacto, sin sabor, desagradable y poco ético, y a pesar de todo, estábamos casados durante mucho tiempo, nos mirábamos, y Hacíamos el amor, hasta ayer, que morimos de sida...Autor: Andrea s
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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