Sé que rogarte yace un poco absurdo y hasta perdió el incentivo, pero no quiero pedir por mí, ni por nada en general, solamente y exclusivamente lo hago pensando en él, especialmente que sea él. Son altas horas de la noche, son bajas las horas para tocar el suelo, pero antes de caer, te suplicaría toda esta madrugada por su alma, no esperaría que se derramara en la melancolía o el desespero; intente de todas las formas, maneras y colores, pero su egoísta manipulador no quiere escuchar mis suplicas, mi único pretexto será la salida oscura de los cobardes, mi único rezo será por su felicidad. ¡Querido Dios! No lo abandone, me lance por valentía, pero me abandone a mi misma por falta de amor. Ya se perdió el sentido, la fuerza, se apagaron los fogones de la pasión, y ahora, me queda el recuerdo de ser suya. Mi propósito es cambiar los rumbos, ¡Querido Dios! ¡Querido Dios! Intercámbiame. Dame lo que el merecía, dame lo que a él lo está agotando, y dame a mí la agonía, esa agonía que me lo está matando. Pagare el precio, ¡Querido Dios! El te obedeció, el por un año en tu mundo se quedo. Gracias por escuchar este ruego, “ya el subió y ahora me despido de todo, directamente con la mirada para abajo”….. Autor: Andrea S.
Ver como su cuerpo se estremece, sus ojos se pierden y su respiración se hace mas forzosa. Me gusta jugar con el ritmo y la velocidad, que mis dedos dancen en su entre pierna, mientras mi boca explora su piel, juguetea con sus pechos, dando pequeños mordiscos, sutiles pero apasionados. Me gusta arrancarle gritos y una que otra palabra sucia. Me gusta que se despoje de todo prejuicio y sea quien desea ser todo el tiempo. Me gusta que entre la lujuria y la pasión me desgarre, que se haga mas frecuente su respiración, que arda la piel y justo en el éxtasis del momento, llegue al clímax cortando con un grito. Un grito diferente, uno que es mas silencio. Como si muriera momentáneamente y despertara con una sonrisa, una completamente sincera. Me encanta masturbar a una mujer, por que cuando acaba, significa que apenas empieza lo mejor. No estoy hablando de sexo señores, hablo de esa complicidad, esa intimidad que solo se consigue con la confianza mutua de hacerse el amor... Autor: Anó
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